Los adoradores de la muerte han tenido la más sangrienta, cruel y mortal celebración el 7 de octubre en una especie de antesala del peligroso Halloween.

En los presentes días y en los venideros seguiremos llorando la masacre del 7 de octubre que quedará en la historia del pueblo de Israel como un pogromo impensable en estos aparentemente tiempos modernos. La masacre perpetrada por los yihadistas de Hamás, celebrada obscenamente en todo el mundo musulmán, ha producido un indescriptible cambio social. Algunos lo han definido como aquello que fue ayer y que ya nunca volverá a ser igual, ni parecido.
El peligro que representan las fiestas paganas es que son esencialmente antijudías, aunque lo más peligroso y preocupante es que no estemos conscientes de la asimilación a la que llevan a las sociedades contaminadas por sus usos y costumbres. En estos días aciagos, oscuros y peligrosos algunos que se definen como judíos o cristianos se sumergen en las profundidades del mal y celebran la fiesta de la exaltación de la muerte conocida como Halloween. Hoy insistiremos en la ingenuidad de las familias que dejan esta noche celebrar a sus hijos o nietos de forma lúdica lo que es una fiesta que los asimila con el mal.
La Fiesta de la Paz en la que fueron asesinados cientos de jóvenes fue una tragedia que nunca olvidaremos ¿Quién podría pensar que celebrando la vida podría pasar lo que pasó? La reflexión a la que nos mueve es que si celebrando la vida sufrimos el mayor ataque de la historia moderna de Israel ¿Qué podría pasar si nuestros hijos estuvieran celebrando la fiesta de la exaltación de la muerte que representa Halloween? Lo que tratamos de ver es que siempre estaremos en peligro, pero de forma más evidente cuando nos metemos en la boca del lobo solitario.
Las manadas de lobos yihadistas asaltaron hace pocas horas el aeropuerto de Daguestán que algunos medios han descrito como turbas frenéticas intentando cazar judíos que hiela la sangre. El razonamiento no es otro que estar conscientes de lo peligroso que es mezclarse en alguna forma con aquellos que adoran la muerte y viven para morir matando judíos y cristianos.
El auge descontrolado del antisemitismo en todo el mundo nos debería llevar a una reflexión profunda que nos indujera a ser precavidos de por dónde andamos, con quién nos relacionamos y el estilo de vida que decimos tener. La fe heredada de nuestros abuelos y padres tenemos la sagrada responsabilidad de trasmitirla a cada generación. Las lágrimas también nos deberían correr por las mejillas cuando vemos que jóvenes de familias con cultura judía, también cristianos, corren a celebrar una fiesta en la noche de Halloween con el beneplácito de unos padres que lamentablemente no les han instruido en diferenciar la luz de las tinieblas.
La fiesta de Halloween se celebra bajo el eufemismo de ser una celebración lúdica que trata de esconder el trasfondo ocultista y sangriento de la exaltación de la muerte. La asimilación a la que estamos sometidos a nivel mundial pudiera estar debilitando nuestra fe en el Creador y acercándonos cada día más a prácticas esotéricas que también se han introducido en una sociedad que busca la satisfacción instantánea y prescinde de la parte espiritual sin la cual descendemos a nivel de meras criaturas sin conciencia de aquello que está bien o mal. Los judíos no celebramos la muerte celebramos la vida que es incompatible con las prácticas violentas y crueles de Halloween. No estamos para fiestas y menos para las que exaltan la muerte. La celebración que esperamos es ver libres a los que están secuestrados por Hamás que son la expresión más exacta de crueles adoradores de la muerte. No, los judíos no celebramos la muerte. Los judíos celebramos la vida, aun con lágrimas en nuestros ojos. Hazlo saber.